Nuestro
organismo necesita 40 nutrientes diferentes para mantenerse sano. Una
dieta ha de ser variada y contener frutas, verduras, cereales,
legumbres, carne, pescado, frutos secos, aceite de oliva e incluso
chocolate.
A
continuación una lista con una combinación de alimentos (10 y sus
alternativas) cuya suma aportará al organismo todo lo que necesita.
Comer
sano es sinónimo de incluir en la dieta frutas, verduras, cereales,
legumbres, carne, pescado, frutos secos, aceite de oliva e incluso
chocolate. Existen listas de alimentos recomendados contra el
colesterol, para realizar dietas... ¿Pero existe una que podamos
denominar como la de los alimentos más saludables en general?
Nuestro
organismo necesita 40 nutrientes diferentes para mantenerse sano.
Ningún alimento los contiene todos, por lo que cuanto más variada
sea la dieta, más fácil será cubrir las necesidades de todos
ellos. Una lista saludable debe contener nutrientes y compuestos
saludables. Para hacerla, se pueden escoger alimentos con
particularidades nutritivas específicas y sobresalientes sobre otros
alimentos de su misma naturaleza, pero con sutiles diferencias como
para hacerlos merecedores de los primeros puestos.
Se
incluyen: ácidos grasos omega-3, fitosteroles, antioxidantes
(antocianinas, resveratrol, sulforafanos), vitamina C, ácido fólico,
hierro, vitamina B12, fibra y proteína vegetal. Acerola o naranja:
Todas las frutas podrían ocupar el primer sitio de la lista, en
particular, por su riqueza en vitamina C, pero hay que elegir dos.
Muchas
de las frutas más ricas en vitamina C no están con facilidad a
nuestro alcance, como el kakadu o el camu-camu. Dentro de esta lista
de frutas exóticas está la acerola, si bien cada vez es más usual
encontrar su jugo, por lo que se invita a probarlo y a incluirlo como
alternativa y fuente de vitamina C y otros antioxidantes. Dentro de
las frutas de cultivo nacional y consumo cotidiano, la riqueza en
vitamina C y ácido fólico ha determinado que las mandarinas o las
naranjas contengan todos los argumentos necesarios para convencer a
personas de todas las edades que las incorporen en su alimentación
habitual.
Hay
que recordar que la fruta debe ser bien masticada. Las recetas para
lograr su presencia diaria en la dieta son innumerables. Un apetitoso
plato de naranjas con salsa de nueces y miel, un zumo de mandarinas y
limón o una original mermelada de mandarinas nos ayudarán a
alternar entre las más comunes de melocotón y fresa.
Brócoli
o calabaza: La primera está calificada como la verdura de
mayor valor nutritivo por unidad de peso de producto comestible. El
brócoli es rica en vitamina C, ácido fólico y niacina y una buena
fuente de provitamina A (beta-caroteno), vitamina B1 y E, nutrientes
a los que se suman los glucosinolatos de alto poder antioxidante y
con experiencia clínica probada en la protección de enfermedades
degenerativas como el cáncer. Como pareja se ha elegido a una
hortaliza, la calabaza, también con un alto potencial antioxidante.
Destaca su aporte de beta-caroteno, sustancia que tras ser absorbida
en nuestro cuerpo se transforma en vitamina A o retinol. Esta resulta
esencial para la visión, el buen estado de la piel, los tejidos y
para el buen funcionamiento de nuestro sistema de defensas. Una
"receta 20", que suma los dos alimentos, es la crema de
brócoli y calabaza.
Arroz
integral o cuscús: Los granos integrales son más oscuros
que los refinados debido a que se conserva parte del salvado de la
cáscara. Por ende, la concentración de nutrientes y fitoquímicos
protectores es mayor. El arroz -en general, aunque elegimos el
integral- es un alimento energético, exento de colesterol y con un
contenido en grasa casi nulo. Tiene poco aporte de sodio (cuidado con
la sal que se le añade en el cocinado). Ayuda a controlar la tensión
y el azúcar en sangre y, además de tener más fibra (el doble que
su versión en blanco), proporciona un sinfín de sustancias
protectoras (fitoquímicos antioxidantes). Se puede alternar el arroz
con otro cereal, pero hay que procurar que siempre sean integrales,
no refinados.
El
cuscús es un derivado del trigo, nutritivo y polivalente. En la
cocina, los cereales potencian sus bondades si se combinan con
legumbres, verduras o proteína vegetal (tofu, tempeh...). Si
queremos experimentar, podemos probar cereales más exóticos que
rompan la monotonía, como son el mijo, la quinua o el bulgur.
Anchoas
o verdel: Desde el punto de vista nutricional, el pescado
es un alimento con una composición parecida a la de la carne, pero
con marcadas diferencias, y son estas las que le colocan en la lista
antes que la carne. Elegimos con preferencia las especies de pescado
azul más pequeñas para un consumo habitual, ya que, además de
compartir con los grandes sus cualidades nutricionales, no acumulan
en sus tejidos tantos metales pesados, un elemento limitante en el
consumo de estos últimos. Todos ellos son ricos en omega-3, que
contribuye a disminuir los niveles de colesterol y triglicéridos
plasmáticos, y además aumenta la fluidez de la sangre. En cuanto a
las vitaminas, destaca la presencia de algunas pertenecientes al
grupo B (como la B2, B3, B6 y B9 y B12).
Las
anchoas pueden degustarse como ración, aunque ofrecen muchas otras
posibilidades gastronómicas. Lo mismo ocurre con el verdel, que se
puede preparar de muy diversas maneras.
Nueces
o pipas de calabaza: Las nueces contienen ácidos grasos
poliinsaturados del tipo omega-3, una grasa que tiene efectos
cardiosaludables, y un agregado de compuestos bioactivos que podrían
actuar contra los procesos de inflamación crónica que se dan
también en la diabetes. Son frutos secos y como tales destacan por
su contenido en grasa, pero esto no debe ser impedimento para
comerlas a diario o de manera habitual. Más de las 3/5 partes de su
peso corresponden a la grasa y esto hace que su contenido calórico
sea muy elevado. Casi 180 calorías son las que aportan 30 gramos de
nueces, unas 4-7 nueces, dependiendo de su tamaño.
Si
se es alérgico a las nueces, se puede optar por otro fruto seco o
pensar en probar las semillas o pipas de la calabaza. Crudas o
ligeramente tostadas, contienen vitamina E, ácido linoleico, zinc y
hierro, y además tienen propiedades alcalinizantes y vermífugas:
paralizan los gusanos que parasitan el intestino, como las tenias
(solitaria) y los áscaris. A las nueces y las pipas se pueden sumar
otros frutos secos como los anacardos, almendras, nueces de
macadamia, pistachos, castañas...
Aceite
de oliva virgen extra o aguacate: Esta pareja no es
excluyente, pero es interesante verlos juntos, pues uno es un zumo y
el otro, una fruta. Dentro de los aceites vegetales, el de oliva
encabeza la lista de beneficios para el organismo. Es un bálsamo
para el cuerpo gracias a su composición: cerca del 85% de la grasa
que contiene es insaturada, la más saludable.
En
ella se concentran ácidos monoinsaturados como el oleico, que es el
más equilibrado, y el poliinsaturado ácido linoléico, además de
fitosteroles y buena dosis de vitamina E antioxidante. Este cóctel
nutritivo ayuda a disminuir el colesterol malo (LDL-c) del organismo
al mismo tiempo que conserva el bueno (HDL-c) y, en consecuencia,
previene las enfermedades cardiovasculares.
El
aguacate, por su parte, es un fruto que en general se emplea a modo
de hortaliza o verdura, de sabor delicado y de fácil consumo, rico
en grasas monoinsaturadas (como las del aceite de oliva, aunque menos
abundantes), antioxidantes y minerales. No hay duda de que son dos
alimentos sabrosos.
Una
crema de aguacate con pepino o un pan de pueblo con aceite y finas
hierbas son irresistibles mordiscos de salud.
Ajo
o cebolla: Las propiedades saludables del ajo como
condimento y medicamento ya eran bien conocidas por los antiguos
egipcios, hebreos, griegos y romanos. En la actualidad, su uso
terapéutico ha quedado relegado a favor de su empleo como
condimento, pero conserva excelentes cualidades diuréticas,
depurativas, antisépticas y antibacterianas.
Las
cebollas eran muy valoradas por los egipcios, al igual que el ajo y
el puerro. También en la época de griegos y romanos las cebollas
eran muy consumidas. Su bajo valor calórico permite incluirlas como
acompañamiento de cualquier plato que forme parte de una dieta de
control de peso.
Además,
gracias a su elevado contenido en fibra, la cebolla aporta sensación
de saciedad tras su consumo y mejora el tránsito intestinal. Se ha
puesto muy de moda la cebolla caramelizada y la sopa de cebolla, dos
ejemplos que le dan personalidad propia, más allá del condimento.
Lentejas
o garbanzos: La elección de una u otra legumbre, en
general, si se está sano, solo está condicionada por el gusto.
Ambas presentan una alta concentración de nutrientes. Los hidratos
de carbono son los más abundantes y están formados sobre todo por
almidón. Sus proteínas vegetales, aunque en buena cantidad, son
incompletas, puesto que son deficitarias en metionina (aminoácido
esencial). No obstante, si se combinan con cereales como el arroz,
alimentos ricos en dicho aminoácido, se convierten en proteínas de
alto valor biológico, equiparable a las que aportan los alimentos de
origen animal. El contenido en lípidos es muy bajo. El aporte de
fibra es importante.
Pollo
o pavo: Sea cual sea la elección, mejor de corral. En los
pollos se pueden apreciar variaciones en la composición de la carne,
en función de la edad del animal sacrificado. Los ejemplares más
viejos son más grasos.
También
existen diferencias en la composición de las distintas piezas
cárnicas, como en el caso de la pechuga, cuyo contenido en proteínas
es mayor que el que presenta el muslo. Respecto a las vitaminas,
destaca la presencia de ácido fólico y vitamina B3 o niacina. Entre
los minerales, el nivel de hierro y de zinc es menor que en el caso
de la carne roja, aunque supone una fuente más importante de fósforo
y potasio. Si el pollo no gusta, o se está aburrido de comer siempre
lo mismo, se puede optar por el pavo.
La
creciente incorporación a la dieta en los últimos años tiene sus
razones. Es un alimento magro, fácil de digerir y de bajo contenido
en grasa y colesterol.
La
carne de pavo es muy proteica (del 20% a 25% de proteínas según la
porción) y se puede equiparar tanto en cantidad como en calidad con
la del resto de carnes. Además, su bajo contenido en colágeno
facilita la digestibilidad.
Chocolate
negro o cacao puro (amargo por naturaleza, pura dosis de
antioxidantes):
Aunque con moderación, puesto que es un alimento graso, no hay que
olvidarse de sus bondades. No tiene alimento alternativo, ningún
dulce rico en grasa es capaz de combinar la riqueza en flavonoides,
zinc y fibra, de sustancias antioxidantes que contrarresten el papel
de los radicales libres en su labor preventiva de enfermedades
degenerativas (cardiovasculares, numerosos tipos de cáncer,
cataratas, Alzheimer y otras alteraciones del sistema nervioso). Pero
hay que insistir: solo posee estas propiedades cuando es chocolate
negro y amargo, lo más próximo al cacao puro.
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