lunes, 11 de junio de 2018

Confirmado: el alcohol acorta la vida


Confirmado: el alcohol acorta la vida


El exceso de alcohol, tal y como han demostrado infinidad de estudios, es malo, muy malo, para la salud. Lo que no está tan claro es si el alcohol puede tener algún beneficio para el organismo cuando su consumo es ‘leve’ o, incluso, ‘moderado’. Depende de los resultados del estudio que se mire: unos estarán claramente a favor, y otros absolutamente en contra. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) podrían tener la solución definitiva a esta cuestión: todo consumo superior a 12,5 unidades de alcohol semanales –lo que equivaldría a cinco pintas de cerveza o cinco copas de vino a la semana– acorta la vida. Entonces, la ingesta de alcohol inferior a estas cantidades, ¿es buena para la salud? Pues no. Por lo menos en lo que respecta a la salud cardiovascular.
Como explica Angela Wood, directora de esta investigación publicada en la revista «The Lancet», «el mensaje clave de nuestro trabajo es que, si una persona ya consume alcohol, beber menos le ayudará a vivir más y a tener un menor riesgo de distintas enfermedades cardiovasculares graves. Es cierto que la ingesta de alcohol se asocia a un menor, aún nimio, riesgo de infarto no fatal, pero esto se contrarresta con un riesgo más elevado de otras enfermedades cardiovasculares muy graves y potencialmente letales».

Menor esperanza de vida

Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los historiales clínicos de 600.000 adultos que, residentes en 19 países de todo el mundo, no se calificaban a sí mismos como ‘abstemios’ –es decir, consumían alcohol, si bien las cantidades y frecuencias de consumo variaban de forma descomunal–. Y lo que hicieron fue fijarse, además de en la ingesta de alcohol, en la edad, el hábito tabáquico, la presencia o ausencia de diabetes, el nivel educativo y la ocupación laboral.
Los resultados permitieron establecer un límite ‘seguro’ –que no necesariamente beneficioso– de consumo: unos 100 gramos de alcohol puro, o lo que es lo mismo, 12,5 unidades de alcohol –siendo una unidad de alcohol equivalente a un vaso de vino tinto o a una caña de cerveza–. Y a partir de aquí, las consecuencias para la salud son nefastas.
Reducir el consumo de alcohol aumenta la esperanza de vida y disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares graves
Concretamente, el estudio muestra que un consumo de 25 o más unidades de alcohol semanales acorta la esperanza de vida entre uno y dos años. Y en caso de un consumo de 18 pintas de cerveza o copas de vino a la semana, la esperanza de vida se reduce hasta 4-5 años.
Pero aún hay más. Los autores también analizaron la asociación entre el consumo de alcohol y diferentes tipos de enfermedad cardiovascular. Y según sus resultados, el alcohol se asoció con un mayor riesgo de ictus, insuficiencia cardíaca, aneurismas aórticos fatales e hipertensión arterial o insuficiencia cardiaca con consecuencias mortales. Pero, ¿no hay un consumo ‘seguro’ en lo que respecta a la salud cardiovascular? Pues según el estudio, parece que no. Todo ello a pesar de que el alcohol también se asoció a un menor riesgo de infartos agudos de miocardio no fatales.
Como apuntan los autores, «las diferentes relaciones del alcohol con los distintos tipos de enfermedad cardiovascular pueden explicarse porque el alcohol aumenta la presión sanguínea y también el colesterol HDL, conocido como ‘colesterol bueno’. Así, el menor riesgo de infartos no fatales debe considerarse en el contexto de un riesgo incrementado de otras muchas patologías cardiovasculares graves y potencialmente fatales».

Llamada de atención

En este contexto, debe referirse que las guías de práctica clínica recientemente publicadas en Reino Unido aluden a un máximo de 14 unidades de alcohol semanales como umbral de consumo ‘seguro’. Pero como indica Victoria Taylor, de la Fundación Británica del Corazón (BHF), institución que ha financiado parcialmente este estudio, «siempre tenemos que recordar que las guías sobre alcohol deben establecer un límite, no un objetivo, por lo que siempre se debe beber mucho menos de esta cantidad».
Como concluye Jeremy Pearson, director médico de la BHF, «este trabajo es una seria llamada de atención para muchos países».
Además, estos datos se añaden a informaciones recientes que señalan que los estudios científicos dirigidos a demostrar los beneficios del consumo modero de alcohol estaban siendo financiados por las grandes compañías licoreras.
MADRIDActualizado:

La ‘barriga’ y los ‘michelines’ duplican el riesgo de infarto e ictus


La ‘barriga’ y los ‘michelines’ duplican el riesgo de infarto e ictus.


Es bien sabido que, comparadas frente a aquellas con un peso normal, las personas con sobrepeso u obesidad tienen un mayor riesgo de sufrir un ataque al corazón o un accidente cerebrovascular. Y es que como han mostrado infinidad de estudios, el exceso de grasa corporal es mala, muy mala, para la salud cardiovascular. Sin embargo, es posible que no se trate tanto de la cantidad de grasa como de la manera en la que se distribuya por el cuerpo. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores de la Clínica Mayo en Rochester (EE.UU.), las personas que, aun con un peso normal, tienen un exceso de grasa abdominal, presentan hasta el doble de riesgo de padecer un infarto o un ictus que aquellas que no tienen ‘barriga’ ni ‘michelines’ –incluso aunque sean obesas.
Como explica José Medina-Inojosa, director de esta investigación presentada en el marco del congreso EuroPrevent 2018 de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC) que se está celebrando en Liubliana (Eslovenia), «las personas con un peso normal pero que tienen ‘barriga’ presenta una mayor probabilidad de sufrir problemas cardiovasculares que aquellas sin esta barriga, incluso aunque sean obesas de acuerdo a su índice de masa corporal (IMC). Y es que esta forma corporal indica un estilo de vida sedentario, una pobre masa muscular y un consumo excesivo de carbohidratos refinados».

Barrigas y michelines

El IMC es el parámetro que se utiliza hoy en día para determinar si una persona adulta tiene un peso inferior al normal, un peso normal, sobrepeso u obesidad. Y para ello, mide la relación entre el peso corporal –en kilogramos– y la estatura –en metros cuadrados–. Sin embargo, este IMC no tiene en cuenta ni la cantidad ni la distribución de la grasa y el músculo en el cuerpo.
Como indican los autores, «la obesidad central es el resultado de la acumulación de un exceso de grasa alrededor de la zona abdominal y es un marcador de una distribución anómala de la grasa. Así, el objetivo de nuestro estudio fue evaluar la hipótesis de que la población con un peso normal y obesidad central tiene más problemas de corazón que las personas con un peso normal y una distribución normal de la grasa corporal».
El exceso de grasa abdominal es un indicador de un estilo de vida sedentario, de una baja masa muscular y de un consumo elevado de carbohidratos refinados
En el estudio, los autores contaron con la participación de 1.962 personas mayores de 45 años y residentes en el Condado de Olmsted del estado de Minnesota (EE.UU.) que, con motivo de su inclusión en la investigación entre los años 1997 y 2000, se sometieron a distintas pruebas para determinar su peso, estatura, perímetro de cintura y perímetro de cadera. Y lo que hicieron fue seguir la evolución de los participantes hasta el año 2016 para ver si la obesidad central se asociaba con un mayor riesgo de sufrir un episodio cardiovascular mayor –es decir, un infarto agudo de miocardio, un ictus, un deceso por causa cardiovascular o tener que haber sometido a una intervención coronaria percutánea para abrir las arterias obstruidas.
Concretamente, la obesidad central se definió con un cociente entre el perímetro de cintura y el perímetro de cadera igual o superior a 0,90 en el caso de los varones y de 0,85 en el de las mujeres. ¿Y qué pasó? Pues que de acuerdo con los resultados, los participantes con un peso normal –esto es, un IMC entre 18,5 y 24,9 kg/m2– y obesidad central tuvieron un riesgo hasta dos veces superior de padecer un episodio vascular mayor que aquellas que, con independencia de su IMC, no presentaban un exceso de grasa abdominal.
Como indica José Medina-Inojosa, «por lo general, el vientre es el primer lugar en el que se deposita la grasa, por lo que las personas clasificadas en el rango de sobrepeso según su IMC pero sin ‘barriga’ probablemente tengan más músculo, lo que es bueno para la salud. Y es que el músculo es como un almacén metabólico y ayuda a reducir los niveles de lípidos y azúcares en la sangre».

Hay que hacer ejercicio

En definitiva, parece que el riesgo de sufrir un infarto o un ictus está condicionado, más que por el peso corporal, por la distribución de la grasa en el cuerpo. De ahí que, como apunta el director de la investigación, «las personas cuya cintura sea mayor que su cadera deban acudir a sus médicos para que evalúen su salud cardiovascular y la distribución de su grasa corporal. Si Ud. tiene obesidad central, el objetivo será reducir su cintura más que reducir su peso».
De hecho, los resultados también muestran que las personas con un peso normal y obesidad central tienen un riesgo significativamente mayor de padecer un episodio cardiovascular cuando se comparan con aquellas que, además de sobrepeso u obesidad, tienen ‘panza’ y ‘michelines’. Pero esto, ¿cómo se explica? Pues porque aun teniendo sobrepeso u obesidad, estas personas pueden tener también más masa muscular.
Y llegados a este punto, ¿qué se puede hacer? Pues como apunta José Medina-Inojosa, «practicar más ejercicio y reducir el sedentarismo, por ejemplo bajándose una parada antes y caminar cuando se coja el metro o el autobús. También debe incrementarse la masa muscular con ejercicio de fuerza y resistencia y restringir la ingesta de carbohidratos refinados».
ABC Salud
MADRIDActualizado:

El vino acorta la vida: con cinco copas a la semana se vive menos


El vino acorta la vida: con cinco copas a la semana se vive menos.


Beber alcohol con moderación es un término ambiguo que ni siquiera la OMS es capaz de clarificar. Un nuevo trabajo afirma que incluso los límites de consumo seguros son perjudiciales.


Actualmente, según la Organización Mundial de la Salud, el término "beber con moderación" es ambiguo. Para los individuos menores de 65 años se aconseja no sobrepasar las dos dosis de alcohol diarias, y para las mujeres se aconseja máximo una al día; a partir de los 65 años, se aconseja directamente evitar el alcohol.
En España se siguen aconsejando estas directrices, aunque algunos estudios hayan sugerido que una copa de vino al día es peligrosa en muchos ámbitos de la salud. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista The Lancet ha llegado a una conclusión similar: más de cinco dosis de alcohol a la semana disminuyen la esperanza de vida, a pesar de considerarse un "rango seguro" en muchos países.
Esas son las conclusiones a las que ha llegado esta nueva investigación tras analizar datos casi 600.000 individuos de 19 países diferentes, llegando a recomendar que se revisen los rangos seguros de consumo de alcohol actuales y se rebajen aún más. Cabe destacar que no todos los países siguen las directrices de la OMS en lo que respecta a un "consumo moderado" de alcohol, ya que sin ir demasiado lejos Canadá es un país más laxo al respecto, dejando como límite 136 g de alcohol a la semana para mujeres y 204 g de alcohol a la semana para hombres.
El estudio, realizado en conjunto por la Universidad de Cambridge y la British Heart Foundation, sugeriría que las pautas correctas de consumo de alcohol serían precisamente las que recomienda actualmente Reino Unido, un país donde los limites establecidos con menos de seis bebidas estándar por semana tanto en hombres como en mujeres. Aún así, los investigadores puntualizan que su estudio tiene limitaciones, ya que dado que las pautas de "consumo moderado" de alcohol en todo el mundo son muy variables y no se tiene totalmente claro cuál es la cantidad de bajo riesgo para la salud.

El alcohol reduce la esperanza de vida

Para el trabajo se analizaron datos de 599.912 personas durante una media de 7,5 años en países de elevado nivel socioeconómico, donde se bebía alcohol, pero ninguna de las cuales parecía ninguna enfermedad cardíaca.
Aproximadamente el 50% de los individuos encuestados afirmaban beber más de 100 g de alcohol a la semana, y el 8% bebía más de 350 g por semana. Tan solo sobrepasar estos 100 g ya se relacionó con una menor esperanza de vida.
Si se bebían entre 100 g y 200 g de alcohol a la semana, la esperanza de vida se reducía unos seis meses; si se bebían entre 200 g y 300 g, la esperanza de vida se reducía entre 1 y 2 años de media en comparación a los que bebían menos de 100 g. Por su parte, aquellos de bebían más de 350 g de alcohol a la semana llegaban a reducir su esperanza de vida hasta 4 o 5 años de media.
Según este trabajo, el consumo de alcohol estaría directamente relacionado con un mayor riesgo de sufrir ictus o insuficiencia cardíaca, muerte por hipertensión arterial o aneurisma aórtico. No se detectó un limite bajo seguro en el cual el consumo de alcohol no se relacionase con ninguna de estas enfermedades.
En contraposición, los investigadores también detectaron un riesgo levemente menor de infarto de corazón no mortal. Aún así, este riesgo levemente inferior debe compararse con el riesgo aumentado de otras enfermedades potencialmente mortales ya mencionadas, ya que no compensaría en comparación.
Por ello, los autores afirman que el mensaje actual sobre el alcohol debería ser el siguiente: "Si ya bebe alcohol, debe intentar beber menos para vivir más. Y si no bebe alcohol, evítelo a toda costa".
Roberto Méndez 18 abril, 2018 11:02 - EL ESPAÑOL

“Síndrome del corazón roto”: miocardiopatía habitual en la mujer


“Síndrome del corazón roto”: miocardiopatía habitual en la mujer

Los síntomas de esta dolencia son muy parecidos a los del infarto agudo de miocardio, pero con consecuencias menos importantes. A pesar de no ser una enfermedad grave, debemos tenerla en cuenta 

¿Tomas suficiente omega 3? Probablemente no.

¿Tomas suficiente omega 3? Probablemente no.


Alimentos ricos en omega 3. (iStock)

Más años, más vida
Mie, 30 May 2018 – 05:00 H.

El autor analiza los ácidos grasos omega 3 y la dificultad para medir si mediante nuestra dieta alcanzamos los niveles necesarios

En los últimos 10 años se han publicado más de 14.000 estudios sobre los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega 3 (omega-3 LCPUFA). El interés despertado por estos nutrientes en el colectivo científico ha sido exponencial aportando miles de estudios tanto observacionales como experimentales, especialmente sobre el EPA (ácido ecoisapentanoico) y el DHA (ácido docosahexanoico).
Los omega 3 son ácidos grasos esenciales que no pueden ser producidos directamente por el organismo humano y por tanto deben ser ingeridos en los alimentos. Los principales omega 3 son el ácido docosahexanoico (DHA), el ácido eicosapentanoico (EPA) y el ácido alfa-linolénico (ALA). La principal fuente de EPA y DHA son los pescados azules de aguas frías (sardinas, anchoas, boquerones, salmón, atún…). El ALA se obtiene de algunos aceites vegetales de lino, chía, nueces y colza, y puede convertirse en DHA y EPA.
Un buen aporte de omega 3 en el embarazo se asocia a beneficios para la madre, el feto, el neonato, el niño y el futuro adulto.
Una de las líneas de investigación que más se ha desarrollado es la del papel de los omega 3 en el desarrollo de los tejidos, especialmente durante la gestación, la vida neonatal y la infancia. Un adecuado aporte de omega 3 durante el embarazo se ha asociado a múltiples beneficios tanto en la salud de la madre como en la del feto, el neonato, el niño y el futuro adulto. Los omega 3 son componentes estructurales de las membranas celulares, principalmente de las neuronas, la retina, el páncreas, nervios periféricos, el pulmón y otros tejidos.

Protagonistas de la evolución

Posiblemente los omega 3 son unos de los grandes protagonistas de la evolución de la raza humana. La evolución del cerebro de los homínidos al de los humanos necesitó de grandes cantidades de ácidos grasos omega 3 que se obtenían dealimentos presentes en el mar y aguas frescas al igual que de minerales necesarios para el desarrollo cerebral como el hierro, el yodo, el cobre, el zinc y el selenio.
Omega 3. (iStock)
Omega 3. (iStock)
Estudios genéticos están demostrando la enorme variabilidad de las distintas razas de humanos a la hora de ser capaces de convertir el ALA en DHA y EPA. Algunas razas casi totalmente vegetarianas son capaces genéticamente de sintetizar el EPA y el DHA a partir del ALA, mientras que otras más carnívoras no lo son y necesitan ingerir directamente el EPA y el DHA de sus fuentes alimenticias. La cuestión es que en la actualidad hay una gran mezcolanza de razas, lo que unido a una falta de medición de los niveles de los omega 3 en nuestro organismo, hace casi imposible saber quién puede y quién no sintetizar el EPA y el DHA a partir del ALA y quién debe tomar directamente EPA y DHA para alcanzar los niveles apropiados. Además, las necesidades de omega 3 pueden variar a lo largo de la vida siendo superiores durante el embarazo, en personas que hacen deporte regularmente, con altas demandas de rendimiento cerebral o con aumento del riesgo cardiovascular y/o neurodegenerativo.
El diseño de las investigaciones sobre los omega 3 no es sencillo. El hecho de que estén presentes en nuestro organismo en mayor o menor medida, de que su absorción y distribución por los distintos tejidos varíe en cada individuo y según la fuente, ya sea de alimentos o suplementos, complica enormemente el diseño de estudios aleatorios, controlados y cruzados. Los niveles de DHA en el cerebro son 78 veces superiores a los de la grasa corporal y los de EPA en los testículos son 780 veces superiores a los de la grasa. Los músculos proseen el mayor almacenamiento de DHA del cuerpo. Por tanto, ¿dónde debemos medir nuestros niveles de omega 3?
Únicamente he visto un índice omega 3 adecuado en aquellas personas que viven en la costa o con una dieta muy rica en pescado
La estratificación de los niveles de omega 3 en la membrana del eritrocito (glóbulo rojo) se ha convertido en una muy prometedora línea de investigación para la predicción del riesgo de las llamadas enfermedades no transmisibles o enfermedades crónicas relacionadas con los estilos de vida y el envejecimiento que afectan a miles de millones de personas en el mundo. Es la única manera de confirmar la capacidad de absorción e incorporación de los omega 3 ingeridos en la dieta o a través de suplementos, independientemente de la variabilidad ínterindividual. Se trata de determinar qué porcentaje de los ácidos grasos esterificados de los fosfolípidos de la membrana celular son EPA y DHA. Este porcentaje se conoce como el Índice Omega-3 (IO3) y tiene un buen valor predictivo de las enfermedades crónicas asociadas a cierto nivel de inflamación subclínica; es decir, todas las relacionadas con el proceso de envejecimiento. De hecho una reciente publicación en el 'Journal of Clinical Lipidology' (1) con datos obtenidos de 2.500 participantes en el famoso Framingham Heart Study confirma que el IO3 es un excelente biomarcador del riesgo cardiovascular, incluso mejor que el colesterol como predictor de muerte prematura.
Actualmente, la ingesta de estos ácidos grasos esenciales está comprometida en grandes áreas del mundo por los sistemas modernos de alimentación. Un estudio publicado en 2016 en la revista 'Progress in Lipid Research' (2) presentó el mapa mundial de los niveles de omega 3 de la población en las distintas zonas del planeta. El mapa se elaboró en función de los datos aportados por 298 estudios científicos publicados. Se consideró un valor adecuado cuando el IO3 es superior al 8%, moderado cuando está entre el 6 y 8%, bajo entre el 4 y 6%, y muy bajo cuando es inferior al 4%. El mapa mundial resultante mostró que los niveles de los omega EPA (ácido eicosapentanoico) y DHA (ácido docosahexanoico) son bajos o muy bajos en la mayor parte del mundo. Estos bajos niveles podrían explicarse, según algunos expertos, por el incremento de comidas procesadas que alteran el cociente omega 6 (proinflamatorio) / omega 3 (antiinflamatorio) y se calcula que su normalización podría prevenir 10 millones de muertes cada año. De sobra es conocido que la deficiencia de omega 3 en la dieta se asocia a un incremento del riesgo cardiovascular, el cáncer, la diabetes, el deterioro neurocognitivo y la pérdida de visión.
Tan solo algunos países como Noruega, Japón, el estado de Alaska, Groenlandia, Nigeria y algunas zonas despobladas del hemisferio norte alcanzan el valor adecuado de omega 3. España, junto con la mayoría de los países de la Europa continental, Australia, Sudáfrica, Rusia y China presentan valores bajos. Y Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, Italia, Grecia, India y Brasil, valores muy bajos.
Tan solo algunos países como Noruega, Japón, el estado de Alaska, Groenlandia, Nigeria y algunas zonas despobladas del hemisferio norte alcanzan el valor adecuado de omega 3. España, junto con la mayoría de los países de la Europa continental, Australia, Sudáfrica, Rusia y China presentan valores bajos. Y Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda, Italia, Grecia, India y Brasil, valores muy bajos.
A la vista de los resultados del mapa, los autores del estudio sugieren a las autoridades sanitarias y de consumidores que revisen las recomendaciones sobre la ingesta de omega 3, y si es necesario, suplementar la dieta con alimentos enriquecidos en omega 3 o incluso con comprimidos de estos ácidos grasos.
Son pocos los alimentos que contienen niveles relevantes de omega 3, casi todos ellos de origen marino, y son pocas las personas que comen suficientes alimentos de origen marino varias veces a la semana como para alcanzar unos buenos valores del IO3. Afortunadamente en los últimos años se ha desarrollado la biotecnología para la producción industrial de EPA y DHA y las expectativas futuras de mayor producción son muy prometedoras.
Foto: iStock.
Foto: iStock.
En mi experiencia es excepcional encontrar algún paciente cuyos valores del IO3 sean adecuados sin tomar suplementos de omega 3, únicamente lo he visto en aquellas personas que viven en la costa o con una dieta muy rica en pescado. Con 100 g diarios de pescado azul (libre de metales pesados) o con 1.300 mg adicionales al día de un buen suplemento de omega 3 (entre 0,5 y 1 g de DHA y entre 0,75 y 1,5 g de EPA), se alcanzan, sin duda, los valores óptimos del IO3.
En conclusión, el adecuado aporte nutricional de omega 3, ya sea a través de la dieta y/o los suplementos, y su correcta cuantificación en nuestro organismo es uno de los pilares para la predicción y prevención de las enfermedades crónicas relacionadas con el envejecimiento.
El doctor Ángel Durántez es especialista en Medicina Proactiva y pionero de la aplicación en España de Age Management Medicine.
  1. Harris, W. et al. “Erytrocyte long-chaing omega-3 fatty acid levels are inversely associated with mortality and with incident cardiovascular disease: The Framinghan Heart Study”. Journal of Clinical Lipidology. Published online, doi: 10.1016/j.jacl.2018.02.010
  1. (2) Stark et al. “Global Survey of omega-3 fatty acids, docosahexanoic acid and eicosapentanoic acid in the blood stream of healthy adults”. Progress in Lipid Research, 20 May 2016. doi: 10.1016/j.plipress.2016.05.001.